El de Francis Underwood es un personaje creado para el villano de los villanos. Se ha dicho de él que atrae y seduce sabiendo que prácticamente no hay nada bueno en él. Para mi eso no es cierto. De hecho, Frank tiene virtudes que es bueno imitar.
Desde que en 2013 Netflix estrenó la serie House of Cards, el entonces congresista americano se transformó en el esterotipo del político trepador e inescrupuloso. Aquella persona de la que todo lo que aparece es malo. Un malo de comic.
La realidad, sin embargo, es que su personalidad esconde virtudes que vale la pena imitar. Estas son las cinco mas importantes.
No se toma las cosas personalmente.
Para cualquiera que vea la serie es evidente que Underwood es capaz de la venganza. Que la usa como herramienta para disciplinar y que incluso la disfruta en algunas ocasiones. Pero jamás se permite ofenderse o nublar su juicio por algo que podría considerar una ofensa o un ataque. No lo hace por bueno o pacífico, obviamente, sino por pragmático, pero el hecho es ese. Los ataques son parte de la lucha por el poder, nothing personal.
Uno no necesita ser un monstruo manipulador y frío para entender la sabiduría de esta postura ni para ponerla en práctica en beneficio propio. La mayoría de las cosas que nos hacen no son nada personal. Esa es la realidad. Y aún si lo fuesen conviene ignorarlo. Ayuda a mantener la claridad del pensamiento y mejora nuestra capacidad de juicio.
Ignora las opiniones de los demás.
Obviamente si estamos hablando de alguien que genera un rechazo casi unánime y con sobrados motivos, parecería que sí conviene escuchar lo que nos dicen o tomar en serio el juicio negativo de los demás.
Pero la realidad es que si uno va a ser una buena persona y si esa elección va a tener un verdadero valor, esa convicción debe salir de uno mismo, no de la presión social.
Al contrario, hay muchos aspectos de nuestra personalidad, carrera y vida familiar que son totalmente subjetivos y mientras no causen daño a nadie son de nuestra absoluta incumbencia.
Wayne Dyer solía decir “lo que pienses de mi no es de mi incumbencia” y Eleanor Rosevelt decía “no te preocuparías tanto por lo que piensan de ti si supieras lo poco que lo hacen”.
La conclusión no es que haya que ignorar los derechos de los demás o intentar subordinarlos a nuestros deseos. Es que elijas lo que quieres hacer y cómo lo quieres hacer de acuerdo a tu conciencia y también de acuerdo a tus preferencias. Escuchándote primero a ti mismo.
El resto del mundo son espectadores.
No se deja cegar por las emociones.
Aunque obviamente las siente, y con frecuencia intensamente, Frank no decide generalmente en función de arrebatos emocionales o impulsos de ira.
Cuando conviene difiere las respuestas o las decisiones. Sabe cuando puede confiar y cuando no en su juicio.
Al contrario, muchos de sus rivales han incurrido en ese error, con consecuencias fatales.
Las emociones pueden ser nuestras aliadas, pero no cuando están desatadas y fuera de control. Este un viejo principio estoico y vale tanto para la política como para los negocios y la vida familiar.
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Sabe reconstruir puentes rotos.
Obviamente lo hace por un frío cálculo de conveniencias. No estoy diciendo que perdone a nadie. Pero lo cierto es que Underwood sabe como reunirse con un viejo rival, alguien que lo traicionó o incluso que lo humilló.
Volver a tender puentes es una habilidad inapreciable. La flexibilidad para volver a sentarse a dialogar, reeditar un acuerdo y hablar sinceramente suele ser la llave para destrabar cualquier conflicto y sentar las bases de una asociación mutuamente fructífera.
El político sureño lo hace simplemente como un trampolín para una nueva traición, si es necesario, o para establecer una relación de subordinación o manipulación, en el mejor de los casos.
Pero ¿quién te impide usar esas habilidades para generar un verdadero acuerdo sincero, genuino y mutuamente beneficioso? ¿Quién te obliga a manipular o traicionar, una vez que estableciste las bases de un acuerdo de colaboración?
Esa es elección tuya.
Sabe escuchar.
Para qué lo hace es otro tema. Pero lo hace. Escucha atentamente, se esfuerza por comprender que espera, busca o motiva a la otra persona.
Con frecuencia en el ámbito que se mueve, lo que motiva a la otra persona es simplemente el afán de más poder o más dinero (cosa que Frank se apura a ofrecer rápidamente).
Pero incluso si lo que quiere la otra persona es dinero, ¿no es posible plantear modos válidos y honestos de hacerlo? En política, quizás no, pero en los negocios con certeza que sí.
Underwood es un maestro de la negociación porque sabe que primero hay que escuchar, saber lo que busca la otra parte y luego ofrecer un acuerdo que contemple eso.
Se pone en los zapatos de la otra persona, tiene sutileza psicológica para entender lo que motiva al otro.
De nuevo, lo más probable es que termine usando ese acuerdo como paso intermedio para pisar esa relación y esa persona más adelante. Pero esa es su decisión, no tiene por qué ser la tuya.
El tipo es hábil. Es inteligente. Es empático. Sabe dejar rencores de lado y entiende cómo se negocia.
Si puedes dejar de lado toda la basura que esconde el resto de su personalidad, Frankie es un tipo del que puedes aprender mucho. Sólo elige qué parte.