Lo que limita la innovación, en primer lugar, es lo que concebimos que se puede o no se puede hacer.
Hace un tiempo comenté cómo esto se relaciona con lo que se llama pensamiento productivo y pensamiento reproductivo y cómo pensaba Steve Jobs de acuerdo a ese esquema.
Puesto a resolver un desafío el pensador reproductivo trata de aplicar algo que le haya dado resultado en el pasado. El pensador productivo, mientras tanto, no ata sus respuestas o sus propuestas a lo que le haya sucedido o le haya funcionado en el pasado.
Es lo que algunos llaman pensar “out of the box”, fuera de la caja. Y la caja en la mayoría de las empresas suelen ser una o más de las siguientes definiciones:
1. Este producto no podemos hacerlo
2. Este no es nuestro mercado
3. Esta tecnología no podemos desarrollarla
Experimenté de primera mano, muchas veces, la fuerza poderosa de estas creencias limitantes. No hay que subestimarlas. A menudo son explícitas y toman la forma de jefes, socios o compañeros de trabajo que oponen una resistencia fabulosa a nuestros intentos de innovación.
Otras veces, por el contrario, estas ideas son fuerzas más sutiles y asumen la forma de creencias más o menos inconscientes que tenemos incorporadas como la “normalidad” en nuestros negocios.
Es por eso que una de las formas de superarlas es justamente reflexionar sobre cuáles son nuestras limitaciones para innovar.
Preguntémonos: ¿qué tres cosas sabemos (creemos) que no podemos hacer?
Eso equivale a definir más claramente los límites de nuestra caja.
El segundo paso, para ampliarla, es desafiar esos supuestos o creencias limitantes. ¿Qué pasaría si pudiéramos hacer eso que creemos que no se puede?
Una técnica interesante para esto se llama Inversión de Supuestos, era muy utilizada por Thomas Edison y la expliqué aquí hace un tiempo.
(Este post corresponde a la presentación Innovación en 360º)