Una fábula para emprendedores

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Mi amigo Martín Garrone  suele contar una fábula, “El Lobo y el Perro”, para ilustrar los motivos que lo hicieron volverse un emprendedor y comprar las Cabañas del Francés. Le pedí que la escriba para que pudieran leerla. Les aseguro que sabe de qué habla. Se van a sentir identificados.

El Lobo y el Perro

En la inmensidad de la montaña más fría y nevada, un lobo muy flaco y hambriento camina en búsqueda de un techo y alimento.
Casi en la ladera se encuentra con un perro gordo, limpio y bien cuidado. El lobo sorprendido le pregunta:
– ¿En que lugar estás cazando, para estar tan bien comido y tan limpio y bien perfumado?

– Yo cuido la casa de mi patrón y él me da los huesos de su propia mesa y un refugio donde dormir. De modo que, sin cazar, siempre tengo techo seguro y que comer.

El lobo pensó que cuidar la casa del patrón a cambio de tanta satisfacción era demasiado tentador, y le dijo:
– ¡Que lindo ser perro y cuanto más fácil sería vivir bajo el techo de tu patrón y saciarme tranquilo con la comida que le sobra…

Mientras caminaban, vio el cogote lastimado del perro.

– Dime, amigo -le dijo-: ¿Qué es esa marca en tu cogote?

– No es nada – dijo el perro, con un poco de vergüenza en su intimidad – es apenas la marca de la cadena.

– ¿Cómo? -se asombra el lobo – ¿Tu patrón te tiene atado? – Entonces el precio de la comida es la cadena…?

– Lo que pasa es que soy demasiado inquieto -repuso el perro- me atan durante el día para que duerma y vigile cuando llega la noche.

– Pues entonces -contestó el lobo- disfruta vos de esa comida, porque yo no quisiera ser ni rico, ni poderoso a condición de no ser libre.-

El lobo volvió feliz corriendo a la montaña, con frío y con hambre, pero con la satisfacción de poder elegir su propio destino y con la convicción de ser capaz de pasar el invierno y después disfrutar de la primavera y el caliente verano de la montaña.

En nuestra esencia somos lobos o perros, pero esto no significa que uno sea mejor que el otro, tampoco significa que esta condición sea para siempre, conozco perros que se han transformado en lobos y lobos que se han vuelto perros. A la mayoría de los lobos les ha tocado trabajar en grandes corporaciones, hasta que cortan la cadena y se animan al cambio.

La gente “perro” privilegia la razón en lugar de la pasión, trabajan (y a veces viven) en una empresa en la que aplican todo su tiempo y su intelecto para moverse verticalmente dentro de la misma. Puede que en algún momento hayan sido apasionados pero las grandes corporaciones se encargaron de quitarles los sueños. Se han frustrado porque sus trabajos les exigen cosas que consideran malas en su intimidad o a permanecer en silencio cuando quisieran gritar sus verdades o a depender del humor del jefe de turno.

La gente “lobo” tuvo alguna vez éstas estas frustraciones, pero no las acepto, y en algún momento decidió no tragarse más sus sueños. Es apasionada Trabajan duro porque son dueños de lo que hacen y les resulta placentero, lo hacen no solo para satisfacer la legítima ambición de ganar más dinero, sino la olvidada y también legitima ambición de sentirse pleno y realizado.

Trabajar dentro de una empresa y sentir el rigor de la cadena, es parte de la transformación del lobo porque lo cierto es que el emprendedor no puede realizarse sin libertad pero tampoco sin disciplina, pero nadie está obligado a condenarse a un destino gris en trabajos que matan nuestra pasión en cuotas de ocho horas diarias. Es tiempo de emprender con acción, pero no como “lobos solitarios” contra el mundo, sino buscando “socios” adecuados que colaboren en tu transformación.

El llamado interior del lobo que inunda a los emprendedores se encuentra dentro de cada uno de nosotros, quizás en células un poco adormecidas de nuestro cerebro y por sobre todo en nuestro corazón.

Martín Garrone