Hace unas semanas me hicieron una entrevista de una revista de economía y negocios en relación a un tema estrella de los negocios y la tecnología: Uber y la economía colaborativa.
Es un tema de actualidad. En España la compañía de viajes compartidos ha vuelto a operar, después de un año y medio suspendida, y en Argentina fue prohibida hace poco en Buenos Aires.
Sin embargo, lo que pienso y he dicho sobre el tema es mucho más amplio que Uber y sus peripecias en el mundo. Esto es lo que me dejó pensando la entrevista:
1-Todas las discusiones giran en torno al tipo de regulación que debería tener un servicio tan innovador. ¿Cuál es la mejor forma de regularlo? En suma, el problema es el “vacío regulatorio”. ¿Realmente es así?
Uber es, antes que nada, un modelo de negocio que pone en contacto oferentes con demandantes (de transporte) y cuenta, como todas las plataformas de comercio en la web, con mecanismos de regulación internos y externos que se orientan a mejorar la experiencia del cliente, eliminar fraudes y controlar la calidad del servicio.
Igual que AirBnb o que una plataforma de comercio electrónico como eBay. Incluso igual que una organización sin fines de lucro como Wikipedia.
¿Estamos seguros que apenas surge un sistema nuevo, mejorador en muchos aspectos de lo que había antes, tenemos que asaltarlo con la mayor cantidad de regulaciones posible?
Una gran cantidad de regulaciones sólo ralentizará un proceso que es inevitable (la aparición y preeminencia de un sistema superador), lo hará algo más caro y un poco menos dinámico.
No está claro que mejore la experiencia del usuario ni su seguridad.
Además, con el mismo criterio, ¿no deberíamos regular Wikipedia para que no publique contenidos inexactos?
2- ¿No será mejor aliviar la carga (impositiva y regulatoria) de los taxis, para que puedan ellos competir mejor con Uber, en lugar de subirle a este último la carga regulatoria al máximo?
Cuando los mecanismos de mercado funcionan (clientes que tienen opciones y que elijen el mejor servicio disponible), los estándares de seguridad, calidad y por supuesto el precio, son regulados de la mejor manera posible.
3- Si el servicio es realmente malo para los consumidores (en seguridad, por ejemplo) y para los choferes (porque no son “empleos de calidad”), ¿por qué no nos dejan a ambos elegir libremente?
Quiero decir, si es malo para nosotros obviamente no vamos a elegirlo. ¿De qué nos protegen tanto?
4- Se menciona permanentemente que Uber tiene “ganancias extraordinarias”. Mi pregunta: ¿es esto malo? ¿No es la contraparte lógica y necesaria de un nuevo servicio que tienen una gran aceptación? ¿Cuándo existió una empresa revolucionaria cuyo producto haya tenido enorme aceptación que no haya hecho mucho dinero?
Si esas ganancias extraordinarias se fundan en que el servicio de Uber aún no tiene competencia, no tardarán en aparecer (de hecho ya lo han hecho), imitadores con propuestas similares. Tampoco es un problema.
Es lo que ha pasado siempre. Es la historia de la humanidad. Caballos contra coches. Velas contra bombillas eléctricas. Gente que pide regular y a veces simplemente prohibir.
¿Será la dinámica social que siempre acompaña a la innovación?