Cuando antes de dar alguna conferencia o seminario alguien me presenta como “experto” en el tema del que voy a hablar, no puedo dejar de sentir sentimientos contradictorios.
La razón es que esa idea de experto choca un poco con mi percepción de lo que es el conocimiento. Yo creo firmemente que lo que tiene valor es lo que una persona tiene para decir, independientemente del cartel que le cuelguen antes de que hable.
Hay “expertos” que dicen francamente muy poco, y hay “novicios” muy agudos y con información muy valiosa. ¿Para qué definirte a priori? Mejor escuchen y luego evalúen.
En pocas palabras, catalogarte de experto (sobre todo autocatalogarte), me suena a careta. Por norma general no me interesan los eslogans, quiero conocer el producto.
Sin embargo, también entiendo que son las reglas del juego. De hecho cuando doy una charla o clase, obviamente conozco el tema del que voy a hablar (de innovación, por ejemplo) y tengo cierta experiencia. De no ser así ¿por qué otro motivo estaría ahí?
La verdad es que si te resistes mucho a que te cataloguen de ese modo vas a estar minando tu propia autoridad para desarrollarte profesionalmente. Un mínimo de autopromoción (o al menos de aceptar la promoción que te dan otros) es necesario, ¿no?
Finalmente creo que he encontrado cierto equilibrio entre lo que significa y lo que vale el rótulo de experto. Y como todo equilibrio también encierra una cierta contradicción.
Creo que todos somos aprendices. Y creo también que todos somos expertos. Al menos en algo.
Todos somos aprendices porque cada área del conocimiento, cada disciplina, cada profesión, cada oficio, está expandiéndose permanentemente. Es la naturaleza de la vida y del conocimiento. Todo crece, todo se desarrolla. Todo se amplía y expande. ¿Cuándo podemos decir que conocemos suficiente como para reclinarnos cómodamente y decir “soy un experto”? Somos expertos quizás por diez minutos. Y a los diez siguientes ya tenemos que volver a aprender.
Pero por otro lado, todos somos expertos. En otro sentido. Es decir, todos hemos estudiado o al menos experimentado y reflexionado sobre un tema. Todos tenemos un recorrido. Unas experiencias vitales. Quizás una profesión o un oficio. Todos tenemos intereses y experiencias, generalmente agrupadas alrededor de algún tema o área.
En eso somos expertos. En eso somos mejores que la mayoría y podemos compartir conocimientos que el promedio de la gente no tiene. Eso es lo que tenemos que reconocer para poder valorarnos y vender nuestros servicios en el mercado.
Todos somos expertos en algo. Lo sepamos o no.
¿Tú en qué eres experto?