Muchos hemos estado en esa situación en la que hemos propuesto alguna idea en nuestro trabajo (un proyecto, una mejora de algún proceso, alguna forma nueva o mejor de vender nuestro producto), pero nos encontramos con que la idea no convence a nuestro jefe.
¿Qué haces? ¿Abandonas y te frustras o buscas persuadirlo de otro modo?
Estas son algunas recomendaciones basadas en mi experiencia vendiendo proyectos a distintos tipos de jefes. Aplícalas como un remedio contra la frustración y el desánimo. Persuadir es un camino y un interesante desafío.
1. No intentes imponer. En primer lugar, porque no puedes. Recuerda que estás presentándole una idea a una persona que tiene una capacidad de decisión que tú, por el momento, no tienes.
No intentes tampoco insistir a base de repetir el mismo argumento y el mismo enfoque. Sólo lograrás aburrir o, peor, irritar.
No insistas por el momento y repliégate para reorganizar tu estrategia.
2. Averigua por qué rechaza la idea. Más allá de la justificación que te haya dado en el momento, es esencial entender en qué manera tu propuesta se opone a sus ideas o a los objetivos de la empresa (al menos desde su punto de vista).
Esto puede ser real o percibido. Es decir puede ser cierto que tu propuesta se opone a sus ideas o los intereses de la compañía o puede que sea sólo una percepción equivocada. Deberás juzgarlo.
En el primer caso continúa con el punto siguiente. En el segundo caso pasa al punto 4.
3.Si tu propuesta afecta de algún modo los objetivos de la compañía. Pregúntate: ¿se puede modificar?
Es decir, ¿es posible cambiar el proyecto o idea de manera que se solucione el problema y sin que se afecte el espíritu original?
Si es posible, hazlo. Modificar una propuesta en función de las sugerencias o críticas de quiénes la evaluaron es un proceso natural de mejora basada en feedback. Es parte del proceso lógico.
Por otro lado, si concluyes que no es posible modificarla para acomodar a las ideas de tu jefe sin perder la intención original, desiste. No tiene sentido embarcarse en una lucha que estás destinado a perder.
Guarda tu idea para una oportunidad o lugar más adecuados.
4. Si el problema no es de la propuesta sino de cómo la percibe tu jefe. El problema no es lo que tu propuesta ES sino cómo la percibe la persona que debe aprobarla. Cree, erradamente, que causará algún perjuicio o efecto negativo o que se opone a alguna de sus ideas o principios de gestión, también equivocadamente.
En este caso lo que tienes que hacer son dos cosas: buscar una mejor oportunidad y una mejor forma de presentarla. Espera un momento en el que volver a hablar del tema no parezca una insistencia sobre un tema ya juzgado.
Vuelve a presentarla bajo la forma de pregunta: ¿por qué te parece que esto no funcionaría? Y escucha la respuesta. Eso te dará la oportunidad de aclarar porqué tu propuesta no causará ese efecto perjudicial que se espera.
De esta forma vas a la raíz del problema, pero lo haces en un momento en que los ánimos están más tranquilos. Y lo haces no desde una posición defensiva o tratando de imponer una idea, sino como una pregunta, sacas un tema sin ningún apego a que se apruebe, solamente como un modo de esclarecer una decisión que ya ha sido tomada.
Te sorprenderá cuántas veces esta estrategia tiene éxito.
Al fin y al cabo, lo que buscas no es salirte con la tuya, sino proponer algo útil. Si no se lo ve así, es lógico que quieras saber más.
Por último, recuerda que los méritos de tu idea o propuesta están también basados en tus percepciones… que pueden estar equivocadas. Mantén la humildad para proponer y la mente abierta para aceptar modificaciones o incluso el rechazo.
Nadie es infalible. Ni tú ni tu jefe.