Miami lanzó la semana pasada su moneda digital y abrió las puertas a una revolución que todavía, creo, no se entiende correctamente.
Este es el tema del primer número de mi newsletter Econamics. Van a ser artículos semanales de análisis de tecnología, negocios e innovación. Si te interesa suscribirte, puedes hacerlo aquí.
Este es el primer artículo completo:
MiamiCoin y la competencia de monedas
Hubo un momento en la historia en el que era normal que en un país hubiese muchas monedas en circulación (incluso emitidas por instituciones privadas), que competían entre sí.
La gente y las empresas elegían hacer sus negocios o ahorrar en cada moneda, de acuerdo a lo aceptada y estable que fuese cada una.
Este mundo idílico, que es la idea del paraíso terrenal para muchos economistas (y me incluyo), fue desterrado hace siglos por los estados nacionales, que impusieron un monopolio en la emisión de moneda.
Ahora parece estar regresando silenciosamente.
Miami acaba de lanzar su criptomoneda: MiamiCoin. El proyecto forma parte de un conjunto de iniciativas más amplio que busca que la ciudad se transforme en el hub de referencia en el mundo de las cripto y de la tecnología digital en general.
A primera vista, el principal beneficio para la ciudad será que el 30% de las monedas que sean minadas (es decir “emitidas”), quedarán para el gobierno local.
Lo que hace Miami, además de subirse a la ola cripto, es el sueño de todo gobernante: conseguir señoreaje, es decir el beneficio que disfruta un Estado por poder emitir una moneda (a costo insignificante o cero), que es aceptada por personas y empresas que le reconocen valor.
En este caso el señoreaje no se logra porque la ciudad tenga la posibilidad de crear dinero de la nada (como sí sucede con las monedas fiduciarias de cualquier país), sino porque recibe un porcentaje de las que comienzan a circular gracias a los mineros, que son quienes consiguen dinero digital, como en el caso de Bitcoin.
¿Cuál es la verdadera ventaja?
Francis Suárez, el alcalde, planea utilizar este dinero para financiar una serie de programas y servicios, desde viviendas hasta la policía.
Esta novedad, que puede parecer menor, en realidad es la parte visible de un terremoto subterráneo que se está dando en la economía y la política mundial. Y las verdaderas consecuencias todavía no se han visto.
MiamiCoin fue creada a partir de CityCoins, una plataforma que permite a las ciudades crear sus propias cripto sobre el blockchain de Bitcoin.
Y no va a ser la única, obviamente. El proyecto de Florida fue el primero pero ya está avanzado el de San Francisco.
Un análisis superficial diría que el principal beneficio será el ingreso extra que le dará a los gobiernos locales para pagar programas o servicios. Es un beneficio, quizás, pero está lejos de ser el más importante.
El impacto más grande que tendrá es que se está abriendo la puerta para la aparición, con respaldo oficial, de numerosas monedas privadas o cuasiprivadas que van a cambiar radicalmente el panorama de los medios de pago y ahorro en la economía del futuro próximo.
En cuanto esas ciudades comiencen a aceptar, por ejemplo, el pago de impuestos y servicios en esos nuevos tokens (lo que es probable que suceda), se habrá lanzado una nueva era de competencia de monedas.
Obviamente, esto ya sucede con docenas de criptomonedas que son minadas y utilizadas diariamente, pero la diferencia es que los Estados, en esos casos, tienen todo el interés de restringir o limitar su circulación. Es decir, eliminar la competencia.
En cambio, si la moneda es creada por ellos mismos, o si una parte considerable del beneficio de crearlas queda para ellos, la cosa cambia.
Hay por supuesto varios casos en los que bancos centrales de algunos países han creado o planean crear monedas digitales, aunque estas son prácticamente la versión electrónica de la moneda fiduciaria que ya tienen, como el Yuan digital chino, que sigue avanzando.
El caso nuevo es que una unidad subnacional (ciudad, provincia, estado) lo haga, se beneficie de ello y ayude directa o indirectamente a la aceptabilidad y uso de esa nueva moneda que compite con la oficial.
La tendencia de fondo y que ya se vislumbraba desde que apareció Bitcoin, es que el dinero cada vez más va a quedar fuera del control de los estados nacionales, dando paso a una nueva era dorada de competencia de monedas, muchas de ellas privadas.
¿A quién le importa esto?
¿Y por qué es una buena noticia esto? Porque, en competencia, los creadores de monedas tienen todos los incentivos para no generar inflación, es decir para que el valor de su dinero se mantenga constante en el tiempo o incluso aumente.
Un Estado que tiene el monopolio de la creación de moneda puede darse el lujo de generar inflación, a través de la emisión (es decir del abuso del señoreaje), mientras que un productor privado aunque quisiese, simplemente no puede hacerlo.
La demanda por su moneda caería si fuese perdiendo valor con el tiempo.
Es probable que esta no sea la única función “tradicional” del Estado que vamos a ver en las próximas décadas que asumen individuos, instituciones o incluso empresas. Pero es una de las más importantes.
Como decía al principio, es un momento fascinante de la historia.