Saltar al contenido

Orgánico Y masivo

organic_food.gifY aquí va otra…

A dos puntas

El año pasado las exportaciones argentinas de productos orgánicos se duplicaron, alcanzando los 90 millones de dólares. La cifra,  que podría parecer modesta, sólo está indicando el potencial no aprovechado que tiene este segmento de la producción agropecuaria nacional. 

Hasta 2005 había en el pais 386.000 hectáreas certificadas de producción agrícola orgánica. En 43.700 de ellas se cosecharon cereales, oleaginosas, frutales y hortalizas orgánicas, es decir sin utilizar agroquímicos ni pesticidas.  

Sin embargo, es la composición de estas cifras la que mayor importancia reviste. Una buena proporción de la superficie destinada a producción orgánica está representada por establecimientos y parcelas de reducidas dimensiones: el alto valor de los productos orgánicos les permiten a sus propietarios operar rentablemente a pesar de la baja escala de producción. En momentos en que segmentos de la producción agropecuaria (como la ganaderia por ejemplo), atraviesan procesos de fuerte concentración y aumento de la escala media, las producciones orgánicas comienzan a representar una opción comercial  válida y atractiva para pequeños productores, benéfica para las economías regionales y la retención de las poblaciones rurales. 

En Santa Fe, sin embargo, aunque sabemos que la producción orgánica es una interesante oportunidad de negocio la idea no toma vuelo. Quizás ha chocado con el prejuicio de que producir orgánico implica renunciar a la producción tradicional de alta productividad y elevados volúmenes.

 

Rosario es la metrópolis de la producción agroindustrial tradicional y, en muchos casos, de gran escala. Poseemos los mayores puertos, las mayores aceiteras, las mayores infraestructuras de acopio y los mayores mercados de disponible y futuros de commodities. Y estamos orgullosos de eso. 

Sabemos que alimentar 6500 millones de almas en el mundo requiere tecnología, logística y escala. No renegamos de los avances de la biotecnología y fuimos y somos pioneros en la introducción de productos genéticamente modificados.  Esto no nos impide que seamos también líderes en la ocupación y el desarrollo de nichos de alto valor en la producción de alimentos diferenciados, como los orgánicos por ejemplo. Jugar a dos puntas implicaría que aprovechemos lo mejor de cada mundo: la ultrasofisticada tecnología para la producción de commodities agroindustriales (y combustibles vegetales) y la producción de alto valor agregado basada en atributos diferenciados como los orgánicos. ¿Porqué elegir cuando se pueden tener los dos?