El físico David Bohm descubrió, mientras estudiaba las vidas de científicos ilustres como Heisenberg, Einstein y Bohr, un detalle que consideró llamativo. Un buen número de los descubrimientos de estos hombres de ciencia tuvieron lugar por medio de una conversación. Una conversación sencilla, abierta y honesta era el método para innovar más antiguo y eficaz del mundo.
Michael Michalko, que comenta el tema en su libro Cracking Creativity, destaca que Einstein y sus colegas, por ejemplo, pasaron años reuniéndose e intercambiando libremente sus ideas, las que se convirtieron más tarde en pilares de la física moderna.
Una característica de este tipo de tertulias, sin embargo, es que no involucraban (como podríamos imaginarnos), discusiones acaloradas ni apasionados debates. Por el contrario, el intercambio tenía lugar sin que ninguno intentara convencer a los demás, prestando atención a todas las ideas y sin que existiera ningún riesgo de que las propias fueran ferozmente criticadas o ridiculizadas. La tolerancia y el diálogo eran las claves del proceso.
Ese es exactamente el tipo de ambiente favorable que tratan de reproducir muchas técnicas de creatividad que son aplicadas frecuentemente en las organizaciones.
Alex Osborn, un publicitario norteamericano que fue uno de los fundadores de la mítica agencia BBDO, formalizó en 1941 la más conocida de ellas: el brainstorming. En él un grupo pequeño de personas piensa y ofrece ideas para resolver un problema o cumplir un objetivo, mientras que uno de los miembros va anotando esas ideas en un pizarrón. La clave mientras se desarrolla el brainstorming es sencilla: no juzgar las ideas. Sólo en una segunda etapa éstas son analizadas, mejoradas y adoptadas o descartadas.
El brainstorming es una técnica antigua y sencilla pero tan útil que empresas como Dell la utilizan rutinariamente no sólo con sus empleados, sino con sus clientes, de forma abierta y a escala global.
En efecto, IdeaStorm.com es un sitio de la compañía dedicado a desarrollar brainstormings sobre los más diversos temas y sugerencias de mejoras de productos de la marca. En él se puede “espiar” sobre qué se están proponiendo ideas, aportar las propias y finalmente ver si han sido seleccionadas para aplicarse.
Pero lo que la tecnología nos permite hacer hoy (un intercambio de ideas global y en tiempo real), no es más que una ampliación del principio básico que encontró Bohm y que hoy podríamos describir como inteligencia colaborativa. En términos simples: la inteligencia colectiva de un grupo es mayor que la inteligencia individual de un individuo. Aunque para utilizar la primera es necesario crear el ambiente de tolerancia y diálogo en el que ésta florece.
Este principio básico de la creatividad fue descripto con precisión hace siglos por la “escuela de negocios” menos pensada.
En la Grecia antigua, Sócrates y sus discípulos y colegas reverenciaban tanto la idea de diálogo grupal que se dieron a sí mismos un conjunto de reglas para organizar sus interacciones.
A esas reglas se les llamó “Koinonia”, que significa “espíritu de compañerismo”.
Estas eran las principales y pueden ser usadas en cualquier organización con excelentes resultados:
1- Establecer un diálogo. Mientras que diálogo significa “hablar de todo y a fondo”, discutir significa “deshacer en pedazos”. Dialogar es intercambiar ideas sin intentar cambiar la opinión de los demás. Sus reglas básicas son “no discutir”, “no interrumpir” y “escuchar atentamente”.
2- Aclarar el pensamiento. Identificar nuestros prejuicios o preconceptos y suspenderlos para que el pensamiento fluya más libremente. Pensar con mayor libertad. En economía diríamos “identificar los supuestos” y luego pensar que pasaría si los modificáramos.
3- Ser honesto. Decir lo que se piensa, inclusive a riesgo de generar polémica.
Estos principios permiten que el pensamiento crezca como un fenómeno grupal. A simple vista parecen estar más relacionados con valores que con prescripciones prácticas, pero sus resultados han sido probados en todos los tiempos. Y lo que es más importante: como te puedes imaginar, sus beneficios van mucho más allá de generar un buen clima creativo.