Todo comenzó cuando Bernard Mc Koy tuvo una revelación. Aunque la misma no se le presentó durante el momento de la plegaria y el silencio, sino cuando se le acabó la tinta de la impresora.
El monje se ha cansado de contar que cuando intentó comprar un cartucho nuevo en los negocios cercanos a su monasterio experimentó en carne propia la avaricia de los fabricantes y vendedores. Los precios que pedían eran verdaderamente altos. Intrigado y molesto, hizo una pequeña investigación de mercado y descubrió que los márgenes del sector llegan al 1000% y en ocasiones al 2000% del costo. El padre McKoy no dudó en considerar a esos márgenes “pecaminosos” y tuvo su visión: iba a crear su propia empresa de cartuchos.
En realidad, la de su comunidad, la Abadía Cistersense de Nuestra Señora de Spring Banks, en Wisconsin, EEUU. Al comienzo eran sólo 8 monjes alrededor de una mesa llenando a mano cartuchos vacíos. No era muy distinto a algo que los cistercenses han hecho desde hace 900 años: fabricar tinta (y papel) para poder copiar y preservar los mayores tesoros del conocimiento humano. Aunque fue recién en el año 2002 de la era cristiana que la antigua orden monástica creó su primera empresa para el copiado digital: LaserMonks.com, con ventas por U$S 2.000. Un comienzo modesto, muy monacal, aunque a partir de entonces la Providencia sería muy generosa.
No pasó mucho tiempo hasta que Walker & Associates Strategic Communications y K-COMM, dos firmas de relaciones públicas, vieron el potencial de la empresa (la increíblemente atractiva historia), y los tomaron como un proyecto especial para promocionarlos.
Muchas entrevistas radiales y televisivas, artículos periodísticos y conferencias después, LaserMonks.com no sólo se convirtió en una celebridad en los EEUU, sino que sus ventas llegaron al cielo: U$S 2,5 millones en 2005.
¿Cómo no comprarles? No sólo aplican márgenes moderados que, según destacan, permiten ahorrar entre un 30% y un 60%, sino que luego de apartar los U$S 150.000 que cuesta mantener la Abadía y sus 250 hectáreas, el resto de los beneficios se destina a obras de caridad que van desde hogares para niños con HIV hasta un orfanato budista en el Tíbet.
Uno de sus 50.000 clientes es Morgan Stanley y las 200 a 300 órdenes diarias que procesan actualmente los llevarán posiblemente a superar los U$S 5.000.000 de facturación este año.
La historia puede parecer rara. Los monjes solían hacer embutidos y licores. A lo sumo algún queso. Pero, ¿insumos de computación?
Bueno, ¿porqué no? Vendiendo cartuchos sostienen su modesto estilo de vida en Nuestra Señora de Spring Banks que, como todos los monasterios católicos, no recibe apoyo financiero del Vaticano. Los clientes ahorran dinero y al mismo tiempo contribuyen con las obras de caridad en todo el mundo y destinadas a personas de todos los credos. En palabras de McKoy: “Con LaserMonks.com todos ganan. ¿No deberían ser los negocios así?” ¡Amén! Yo no lo hubiera dicho mejor.