La innovación y el pollo Teriyaki (brainstorming online)

–          Su pollo Teriyaki, señor.

El chico sonreía mientras me ofrecía una bolsa en la que venía mi pedido, sólo que la bolsa parecía inflada, como si la hubiesen llenado de agua.

Yo estaba alojado en un hotel muy lindo pero que, lamentablemente, no contaba con restaurante. Para mí los hoteles se dividen en dos clases: los que tienen room service y los que no. Este hotel no sólo no tenía room service sino que no tenía restaurant. Lo que ofrecían a los huéspedes era un servicio de delivery que, esta era la parte buena, permitía pedir los platos de una docena de restaurantes distintos de la ciudad. Un menú muy variado.

Así pedí mi pollo Teriyaki, tentado por los sabores orientales de uno de esos lugares y así llegó el chico de la moto a mi cuarto, con la bolsa inflada con vaya a saber qué. Al tomarla me di cuenta que lo que inflaba la bolsa era un líquido oscuro, la salsa que supuestamente debía estar DENTRO del plato y no fuera. Créanme, era mucha salsa. La bolsa parecía un globo de agua gigante. Algo así, pero más oscuro:

El chico vio lo que miraba y seguía sonriéndome. Por un segundo pude imaginármelo zigzagueando audaz con su moto por las calles de la ciudad, inclinándose con elegancia en las curvas y volcando en el proceso toda la salsa fuera del recipiente térmico en que venía el pollo. Toda la salsa había quedado en la bolsa.

Sacudí la cabeza para alejar esas imágenes y lo miré directamente. Le dije, cortésmente: “se volcó toda la salsa”. Y él me respondió, como si supiera desde hacía varios minutos que le iba a preguntar eso: “Ah, si. Siempre pasa”.

“Siempre pasa” era como una especie de contraseña. Un antídoto contra cualquier posible queja. Si siempre pasa no hay nada de que quejarse, ¿no es así? Mientras trataba de sacar el recipiente térmico de dentro de la bolsa, sin volcar la salsa, y luego deshacerme de la salsa sin manchar nada, pensaba en ese mantra veloz que había usado el chico.

Siempre pasa, significa no sólo que este accidente es algo frecuente sino que no hay ningún proceso en marcha para resolverlo. No me dijo: “siempre pasa, estamos tratando de arreglarlo” o “siempre pasa, pero creemos que podemos solucionarlo”. Ni siquiera “siempre pasa y no sabemos cómo resolverlo”. Era un simple y solitario: “siempre pasa”. Y seguirá pasando, se debía adivinar.

Llevé la bolsa al baño, saqué el envase térmico y lo apoyé sobre el mármol, incliné la bolsa sobre el lavabo y volqué el contenido. Tuve que lavarla dado que la salsa de soja, dulzona y espesa, se pegaba a las paredes y se negaba a correr con el agua. El recipiente, obviamente, estaba empapado. Tuve que secarlo. Y el pollo, finalmente, tenía bastante menos salsa de la que se suponía que tenía que tener. En resumen, mucha gente había trabajado en ese restaurante para hacer un buen plato (estaba riquísimo), pero la experiencia del cliente se había arruinado por algo que siempre pasaba. ¿Por qué no se solucionaba?

Ese episodio tan tonto me hizo pensar en lo que es la esencia de la innovación: si hay un problema se puede resolver. La innovación no se trata solamente de nuevos y brillantes productos. De tecnología sofisticada y de gadgets novedosos.

Todo eso es parte, sí. Una parte muy importante. Pero no es todo.

La innovación, en esencia, es casi una actitud. Si estamos haciendo algo, seguro se puede hacer mejor. Si algo no sale bien, seguramente se puede hacer bien. Encontremos la forma de hacerlo.

Es partir del supuesto (casi del prejuicio), que existe solución o mejora para todo y de aplicar todas las herramientas que se tengan a mano para mejorarlo.  Edison decía: “Siempre existe una manera mejor de hacer las cosas. Encuéntrala.” Esa es la médula de la innovación. El espíritu.  Suponer que existe una respuesta y luego salir a buscarla.

Volviendo al caso del pollo, los que se ven en la imagen son similares al tipo de recipiente en que venía la comida.

Era un plato cuadrado, con un borde prolongado que está unido en uno de los cuatro lados. En el lado opuesto hay una hendidura en la parte inferior y una pestaña en la superior. Introduciendo la pestaña en la hendidura se cierra el envase. Por supuesto, no herméticamente. Los tres lados que no están unidos apenas se acercan entre sí, pero no se cierran perfectamente. Por ahí se derramó la salsa.

¿Cuáles serían las formas de resolver este problema? A mí se me ocurren algunas sencillas y económicas, que no requieren ni siquiera cambiar el tipo de envase. Si a alguno de ustedes se le ocurre alguna forma de resolver el problema, por favor escríbanla en los comentarios para hacérsela llegar al delivery. Seguro que el próximo cliente nos lo va a agradecer. 🙂