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Industria cinematográfica: de los grandes estudios a la laptop.

En un futuro muy próximo hacer una película o serie de televisión exitosa no va a ser un lujo restringido a grandes estudios y cadenas de televisión. Es posible que en los próximos años el acceso al televisor familiar sea tan sencillo para el ignoto autor de un documental, como para el productor de Amas de Casa Desesperadas.

Del mismo modo que la distribución de música a través de Internet le abrió las puertas a pequeñas discográficas y grupos musicales alternativos y autoproducidos, con la generalización de la banda ancha en los hogares y las oficinas, la distribución de contenidos audiovisuales (películas) promete hacer lo mismo con los “productores de laptop”, es decir creadores de películas sin grandes estructuras empresariales detrás.

Un reciente fallo de la Suprema Corte estadounidense definió que los sitios de intercambio de archivos de música o video, denominados en la jerga como P2P (peer to peer), no violan la ley en tanto no promuevan activamente o se beneficien económicamente de la piratería.

Esto semejó una campana de largada para que los estudios de Hollywood se decidieran a poner a disposición de los consumidores de la web sus toneladas de material audiovisual. Nuevas (y no tanto) empresas de Internet comienzan a ofrecer contenidos premium para una audiencia creciente. Comcast ofrece por internet programas de CBS a pedido y Apple ofrece contenido de Disney para sus video iPods, mientras que AOL ofrece viejos programas de Warner.

Los sitios P2P, como Kontiki, Red Swoosh o Rawflow, comienzan a ser empresas respetables y sus negocios legítimos. Microsoft trabaja en su propio proyecto, denominado internamente Avalanche y la BBC y Sky (la empresa de Rupert Murdoch) lanzarán su oferta televisiva on line en los próximos meses en el Reino Unido.

Sin embargo, esta estampida de los elefantes de la selva audiovisual no hace más que abrir caminos y pequeñas sendas para animales de tamaño mucho menor. Es posible que la próxima vez que Michael Moore tenga algún documental crítico para el gobierno estadounidense (como Farenheit), no tenga que sufrir tanto porque Disney se niega a distribuirlo. Es posible que lo distribuya personalmente a través de un modesto sitio “puntocom”.

Si en el futuro próximo nuestros televisores tendrán acceso a Internet, ¿qué podría privar a Jorge Lanata de hacer lo mismo? ¿Para qué trajinaría Fito Páez los pasillos de una distribuidora si pudiese vender “¿Quién robó el portaligas?” directamente desde la versión web de su estudio Circo Beat?

Después de todo, según la revista Red Herring (www.redherring.com) para un aspirante a actor hoy es mejor inversión comprarse una cámara web, filmar su piloto y publicarlo gratuitamente en You Tube (www.youtube.com ), que comprarse un pasaje aéreo a Los Angeles y rezar para ser seleccionado en un casting. Joe Bereta y Luke Barats, dos actores del estado de Washington, hicieron eso y luego de lograr que casi dos millones de personas vieran su video, consiguieron que la NBC les ofrezca un contrato de US$ 500.000. Nada mal para dos veinteañeros.

Eduardo Remolins
eremolins@surnorte.org.

Artículo publicado en La Capital