Thomas Edison, el prolífico inventor norteamericano, tenía un extraño método para reclutar a sus empleados: los invitaba a comer y pedía para ellos una sopa. Si el candidato le echaba sal o pimienta antes de probarla, no lo contrataba.
¿Porqué? Pensaba que si hacía eso era una persona con tantos preconceptos y supuestos en la vida cotidiana -que a la sopa le faltaba sal, por ejemplo-, que le sería muy difícil entrenarlo para que pensara creativamente. Tenía mucha razón. De hecho, identificar nuestras ideas preconcebidas e invertirlas totalmente es una de las mejores técnicas para innovar.
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