¿Porqué a lo largo de la historia de la humanidad se ha enaltecido siempre la figura del guerrero mientras que se ha menospreciado la del mercader? Ese viejo prejuicio hoy está mas vivo que nunca.
El relato histórico y la literatura nos han presentado, invariablemente, al soldado como la representación perfecta del honor y el coraje, mientras que al mercader (artesano o comerciante), se lo muestra como un personaje secundario, que desempeñaba una labor menor al amparo del guerrero y con permiso de él, en el mejor de los casos, cuando no como un avaro, un codicioso o un egoísta.
Este prejuicio cultural, profundamente arraigado, es de hecho, todo lo contrario de lo que es el verdadero valor de esos dos roles sociales.
El bienestar económico nace del comercio y del conocimiento. La guerra suele ser un método de rapiña.
El comercio es libre y voluntario y por lo tanto redunda en beneficio de las dos partes. La guerra es un acto de dominación.
No sólo la economía sino también las artes y las ciencias prosperaron siempre en los estados de mercaderes, como Venecia o Florencia y, más cerca en el tiempo, Hong Kong o Singapur. Las relaciones con otros pueblos y entre sus propios habitantes han sido tradicionalmente más tolerantes a diferencias de credos o etnias.
Necesitamos invertir el orden en la consideración general de guerreros y mercaderes. Especialmente hoy, cuando suenan otra vez los tambores del nacionalismo y se levantan suspicacias o lisa y llana beligerancia contra religiones, pueblos, el comercio y los movimientos migratorios.
Beligerancia y desprecio, en suma, contra todo lo que nos ha hecho progresar como especie.
Necesitamos más mercaderes y menos guerreros.