Martin Eberhard, uno de los fundadores de Tesla Motors, dijo hace tiempo que una vez que se hayan generalizado los motores eléctricos en los automóviles (prácticamente sin ruido, vibraciones, ni escapes), los motores a combustión interna nos parecerán una reliquia del pasado. Una pieza de museo. Nos preguntaremos: “¿cómo es posible que hayamos usado tanto tiempo motores que vibraban, hacían un ruido insoportable y escupían gases tóxicos?”
Bueno, lo mismo podríamos decirnos si lo que se generaliza es el automóvil impulsado con aire comprimido. Es igualmente silencioso y su única emisión es aire perfectamente puro. ¿Automóviles impulsados con aire? Exactamente, así como lo oyen.
En realidad, así como ha habido automóviles eléctricos desde comienzos del siglo pasado (Edison construyó uno), también el motor a aire comprimido ha existido desde por lo menos 1920. En realidad, el motor de combustión también es un mecanismo impulsado por la compresión y descompresión del aire, sólo que mezclado con combustible y con un proceso explosivo.
El auto a aire comprimido que parece ser hoy una de las mayores esperanzas ambientalistas del globo, es algo mucho más sencillo: tanques de aire comprimido con un motor eléctrico, montado en un chasis extra ligero, que mueven el mismo tipo de cilindros de un motor convencional, pero que no tiene, sin embargo, baterías, motor de arranque, bujías ni, por supuesto, tanque de combustible.
Guy Negre (el señor del video) es un francés, ex ingeniero de la F1, que ha desarrollado posiblemente los prototipos más avanzados de este tipo de vehículo. Nacido el mismo día que Julio Verne (que también imaginó un automóvil movido con aire), Negre dice que es lógico que haya escepticismo sobre una nueva tecnología, pero que el Air Car es una tecnología no sólo increíblemente limpia y eficiente, sino disponible para su producción en masa.
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De hecho, su compañía, MDI, ha firmado un acuerdo con Tata (el grupo económico indio que también fabrica automóviles), para comenzar su producción industrial en 2010.
En realidad, Negre tiene razón en una cosa: sus automóviles han demostrado que pueden alcanzar velocidades cercanas a los 100 Kph, con una autonomía de 300 km y ser capaces de recargarse en un hogar con un compresor común (en 4 horas) o en estaciones con equipos especiales en 3 o 4 minutos.
Lo que no está tan claro es la viabilidad comercial. Aunque prometen producirlo a precios que oscilarían entre los 5.000 y los 15.000 US$, lo cierto es que varias veces ha habido anuncios de comienzo de fabricación que luego no se han cumplido.
Complicaciones hay. Las regulaciones de seguridad (especialmente en países como EEUU), podrían ser un obstáculo para un vehículo que necesita una carrocería tan liviana y cuyas partes están unidas con adhesivos. Por otro lado, algunas dificultades técnicas todavía persisten en cuanto al necesario calentamiento del aire que se descomprime (que naturalmente tiende a bajar mucho su temperatura), para poder aprovechar al máximo la energía liberada.
Más allá de los problemas, el potencial parece enorme. El 50% de los norteamericanos (el país del planeta que más contamina) vive a menos de 30 km de su trabajo y utiliza su vehículo básicamente para hacer ese trayecto. ¿Qué más necesita esa persona que un vehículo barato (dos centavos de dólar por kilómetro) que lo puede transportar a la velocidad legal permitida en una autopista americana? Por otro lado, la generalización de esta tecnología podría llevar a EEUU a la independencia energética en 2020, un santo grial económico y político que Washington añora hace décadas.
Quizás Eberhard tenía razón. Cuando se hayan generalizado formas infinitamente más racionales, limpias y eficientes de generar energía y transportarnos, sólo nos quedará preguntarnos: “¿cómo pudimos ser tan estúpidos por tanto tiempo?”.