Durante más de cien años la oficina de patentes de los Estados Unidos nos hizo creer que el inventor del teléfono había sido Alexander Graham Bell. El 15 de Junio de 2002 reconoció su error.
Antonio Meucci nació en Florencia en 1808 y estudió diseño e ingeniería mecánica en la Academia de Bellas Artes de Florencia. Fue viviendo y estudiando en Cuba, en la década del 30, donde Antonio descubrió la posibilidad de transmitir el sonido a través de alambres de cobre.
En 1850 se trasladó a Nueva York para perfeccionar su invento, lo que logró, pero sin reunir nunca los $250 dólares que requería para patentarlo. Apenas pudo hacer dos cosas. La primera fue enviar un prototipo con planos y detalles técnicos a Western Union, en los que la empresa no se mostró interesada, aunque llamativamente “perdió” el material.
La segunda fue dejar en la oficina de patentes una notificación de patente pendiente que venció a los tres años cuando no pudo depositar los 10 dólares que requería la renovación. Antonio era brillante, pero muy pobre.
Quién sí llenó la forma, un poco después, para patentar el invento fue otra persona, el bueno de Alex (Graham Bell), un ex compañero de laboratorio de Antonio que, sugestivamente, sí consiguió un jugoso contrato con Western Union.
Meucci presentó una demanda pero no tenía dinero para costear un abogado y además nadie quería oponerse a Western Union y sumarse a quienes Bell tildó inmediatamente de “un puñado de ignorantes que pretender estancar el desarrollo de la ciencia y el pujante progreso del país”.
Además, según se cuenta, el escaso conocimiento del inglés fue uno de los peores enemigos del florentino. No podía comunicarse efectivamente y eso lo perdió.
Poco después de la muerte de Antonio, en 1889, el caso se cerró.
Con frecuencia me preguntan los emprendedores cuál es la mejor forma de proteger una idea. Mi respuesta es que, hagan lo que hagan, no demoren demasiado la puesta en marcha de la empresa o la fabricación del producto. ¿Por qué? Pues porque las ideas “vuelan”, lo querramos o no, y en países donde la protección de la propiedad intelectual es débil lo mejor que se puede hacer es comenzar a producir rápido y contarle a todo el mundo que tenemos un producto nuevo. Y que lo hicimos nosotros.
“Pegar primero”, se le llama. Y para hacerlo hay tres claves:
1- La primera, obviamente, es que “el mejor momento” para comenzar es ahora. Sea lo que sea que tengas que preparar, prepáralo ahora. Comienza ahora. Mañana es sólo una expectativa, un plan, y ayer es sólo un recuerdo. El mejor momento para comenzar es ahora. Es el único momento que existe. Mañana, quién sabe, podría ser tarde.
2- La segunda es que no te puedes dar el lujo de no tener recursos para comenzar. El único recurso de Antonio eran los prototipos que vendía a 6 dólares. Es decir, ¡entregaba la idea antes de poder asegurar su propiedad! Nunca tuvo el respaldo financiero de un inversor o un socio. ¿Le hubiera ido mejor si lo hubiera tenido? Pueden apostar que sí.
3- Si tienes una idea (de un producto, servicio o empresa) y la lanzas ya puedes decirle al mundo que la idea fue tuya. ¿De qué sirve crear algo si no puedes darlo a conocer? La mejor protección es comunicarte. Nadie “despega” con una empresa si no se asegura darse a conocer.
No importa lo sencilla o humilde que sea tu idea. Lo importante es que es tuya. Transformarla en una realidad es tu trabajo.
Velocidad, recursos y promoción son tres elementos clave para hacerlo. Son la llave en el desarrollo que lleva a una idea a ser una empresa. Pero, ¿cómo se alcanzan?
Promoción. ¿Cómo dar a conocer mi empresa cuando no cuento con grandes recursos financieros? Meucci fue olvidado por no dominar el idioma de su medio. ¿Cómo se hace para dominar el idioma de los medios?
Recursos. ¿Cómo puedo presentar mi idea o mi empresa, de forma que convenza a quiénes pueden apoyarme y financiarme? Meucci fue desplazado por no poder pagar una patente ni un abogado. Por no tener un socio, un mentor. ¿Cuál es la mejor forma de conseguir ese socio o inversor?
Velocidad. Si te dijera que tienes al alcance de la mano la solución a los dos puntos anteriores ¿Qué harías? ¿Actuarías de inmediato? Este punto depende totalmente de ti. Es el que tienes en mayor control.
Esta es la solución que te sugiero para el primer punto. Y esta para el segundo punto.
La solución al tercero es simplemente que actúes. Ahora.
Haz de cuenta que Alexander te está observando. Si no actúas, el sí lo hará.