Algo que aprendí trabajando durante años con técnicos y científicos, es que siempre hay alguien que hace muy bien aquello en lo que yo soy malísimo o no sé hacer, pero que es malísimo o no sabe hacer aquello que yo hago muy bien.
Obviamente no me refiero sólo a diferencias de formación, que son evidentes. Nunca se me ocurrió arreglar una caries o hacer el plano de una casa. Me refiero a diferencias de aptitudes más generales, concretamente a tu personalidad.
La capacidad de comunicación, por ejemplo, es una aptitud relacionada con tu personalidad. Comunicar con claridad y concisión (y por lo tanto de forma persuasiva), del valor de un determinado desarrollo científico o tecnológico es algo que se me da bien. Mientras que al propio científico, que verdaderamente conoce la materia, ha investigado y pensado en esa propuesta, generalmente le cuesta horrores.
De la misma forma tengo una admiración enorme por aquellas personas que se mueven con soltura y fluidez en un evento de networking, por ejemplo, aquellos que tienen el don y la fluidez de la conversación casual, porque yo no los tengo.
Esto, la diversidad y complementariedad de habilidades, es lo que genera las bases del intercambio. ¿Y qué es lo que prescribe hacer la teoría del intercambio? Especializarse. Es decir, no sólo hacer bien, sino cada vez mejor, aquello en lo que ya somos fuertes. Y además asociarnos a otros (intercambiar con ellos), en aquellos aspectos en los que somos débiles.
Conoce cuál es tu perfil emprendedor.
Es todo lo contrario de lo que se nos suele recomendar (o exigir) desde que somos chicos: detectar nuestras debilidades y mejorar en ellas.
Cada persona exitosa, sobre todo los muy exitosos, está rodeada de otros talentosos que los complementan y, sobre todo, les permiten monetizar sus habilidades. El productor musical asociado al músico, el representante al jugador de fútbol, el creativo desordenado con el gestor meticuloso, el científico brillante con el vendedor brillante.
Así, asociados a quienes nos complementan, podemos destacarnos en cualquier área. Música, tecnología, deportes o ciencia. No necesitamos ser científicos para tener una empresa de tecnología, ni escritores para triunfar en el negocio editorial. Siempre hay un papel necesario que se adapta mejor a nuestras habilidades. Siempre hay espacio para nuestra capacidad.
Pero, ¿cómo se hace esto en la práctica? El primer paso es saber quiénes somos, conocerse uno mismo. Y conocerse quiere decir saber cuál es nuestro perfil psicológico, saber para qué somos buenos y para qué no. El segundo paso es concentrarse en una estrategia que saque el mejor partido de esas habilidades y nos permita seguir perfeccionándolas. Esas son nuestras fuentes de ingreso más valiosas. Y tercero, saber quiénes son los demás y conocer con quién nos conviene asociarnos, para complementar sus debilidades y que ellos complementen las nuestras.
Este es el Arte de Crear Riqueza.
“Conócete a ti mismo”, y podrás destacarte en cualquier cosa.