Los políticos no suelen ser una gran fuente de inspiración para innovar. Pero en algunos casos reconozco que hay cosas buenas para aprender.
Hace algunos años y mientras trabajaba en el Ministerio de Economía de Argentina, me enteré de una técnica de negociación que tenía el Ministro del Interior (Gobierno) de ese momento.
Para cerrar complicadas negociaciones de reparto de dinero con dos docenas de gobernadores, los sentaba todos a una mesa de negociaciones, en sesiones de discusión que eran maratónicas.
Mientras todos discutían acaloradamente, el ministro se excusaba cada 10 o 15 minutos y salía de la sala por una puerta lateral hacia su despacho, acompañado de algún gobernador. Volvía al rato y repetía la operación con otro.
Hacia el final de la tarde, cuando los gobernadores ya estaban agotados de discutir y habían pasado por su reunión privada, el ministro tomaba la palabra y les agradecía a todos haber concurrido, mientras agregaba, mirando a derecha e izquierda: “por el dinero, creo que ya estamos todos de acuerdo, ¿no?”.
Evidentemente, es mucho más fácil acordar con las personas de a una, en una charla personal, antes de someter un tema complejo a la votación y la discusión de muchas personas al mismo tiempo.
Cuando vayas a presentar un proyecto utiliza el mismo método. Habla personalmente con cada uno antes y trata de obtener su apoyo. Es más fácil explicar individualmente y se puede lidiar con objeciones o dudas en un ambiente “controlado”.
Esto no va contra ningún criterio ético ni perjudica al grupo, simplemente allana los obstáculos que pueden presentarse cuando alguien escucha por primera vez una idea y naturalmente surgen en su mente dudas, miedos e incluso malentendidos.
Es más fácil explicar (y persuadir) uno a uno. Y es más fácil (mucho), enfrentar una audiencia donde todos saben ya de qué va el proyecto y porqué les interesa que se apruebe.
Si logras eso, la reunión o presentación pasa a ser una formalidad o al menos tienes la mitad del partido ganado.