Cuando el empresario abrió la puerta y entró a la sala en la que trabajaban los programadores se tropezó con algo grande que estaba tendido en el suelo cuan largo era. Uno de los empleados había decidido que en esa posición se inspiraba más para trabajar y se encontraba “pensando”.
Algunos años después ese dueño de una empresa de software me contaba la anécdota para ilustrar el pavor que le tenía a las técnicas para aumentar la creatividad de los empleados y la innovación en la empresa y que él había probado con escasa suerte.
La historia era que en esa etapa de la empresa había alentado a sus empleados a que actuaran de la forma que más les gustara en el trabajo, para que estuvieran cómodos y fuesen más creativos. Y la verdad era que a uno de ellos lo que le gustaba más era acostarse en el piso :-).
Después de su experiencia frustrada, para él (un informático muy orientado a procesos), pasó a ser una herejía lo que hacen empresas como Google, que crean un ambiente relajado y amigable, con tiempos para jugar y conversar, en el que se espera que los empleados se vuelvan más innovadores. Cuando se abre esa puerta – pensaba – uno se encuentra un programador acostado en el suelo. En otras palabras: si el ambiente se relaja mucho el trabajo no se hace.
Los errores que cometió (errores muy comunes) fueron:
1. confundir creatividad (que es un atributo o disposición individual), con innovación (que es un “juego de equipo”) y
2. pensar que mejorar o promover la innovación en la empresa se trata básicamente de “descontracturar” a la organización.
La verdad es que por positivo que pueda ser crear un clima “creativo” en la organización, con eso sólo no vamos a ningún lado.
El proceso de innovación es justamente eso: un proceso. Y cómo tal requiere de rutinas que se desarrollen de manera más o menos previsible. “Crear un clima creativo” es algo positivo, pero por sí sólo no asegura nada. Por supuesto, mucha estructura sin ninguna libertad ni espacio para la creatividad, es una receta para la aridez intelectual. La clave está en el equilibrio.
Sin embargo, la mayoría de las áreas funcionales de una empresa (marketing, ventas, producción, logística, etc.), están organizadas como procesos y estos procesos están formados a su vez por rutinas que los empleados ejecutan de forma bastante previsible.
¿Porqué la innovación no?
Porque tendemos a pensar que la innovación está relacionada con la creatividad libre, lo desestructurado y a veces incluso, con los golpes de suerte.
Nada más alejado de la realidad. Los gigantes de los productos de consumo masivo (P&G por ejemplo), son maestros en el arte de organizar el proceso de innovación de forma casi tan estable y predecible como las áreas de operaciones.
Por eso el primer paso para crear una empresa innovadora es plantear la innovación un proceso dividido en etapas y luego poner en práctica rutinas dentro de cada una de esas etapas.
Una forma estándar de organizar el proceso de innovación en etapas es esta:
1. Descubrir oportunidades
2. Generar ideas
3. Seleccionar
4. Experimentar
5. Implementar
Y para cada una de estas etapas hay rutinas y herramientas específicas que ayudan a hacer el trabajo.
Tanto las etapas como las herramamientas que se pueden utilizar, pueden verlas aquí:
Por supuesto, este no es el único esquema. Con el auge del movimiento Lean Start Up muchos prefieren simplificarlo en menos etapas y privilegian obtener feedback rápidamente por sobre los detalles de la implementación. Este es un esquema especialmente interesante para start ups:
1. Generar ideas
2. Desarrollar el concepto
3. Prototipar
4. Obtener feedback del usuario
En cualquiera de las dos opciones, lo importante es reconocer que tenemos que tratar a la innovación como un proceso, definirlo y luego encontrar y utilizar las herramientas que más convienen a las etapas de ese proceso.
Pregúntate lo siguiente:
1. En mi empresa tenemos definida a la innovación como un proceso?
2. Con qué etapas?
3. Qué herramientas usamos en cada etapa?
Si encuentras dificultades para contestar alguna de las tres, hay trabajo para hacer.