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Cacerolas y celulares

 

Prendí el celular y el mensaje estaba ahí: “A las 20 hs en todo el país bocinazos, cacerolazos y apagón por 15 minutos para pedir un basta Cristina (pasar el mensaje).  La convocatoria viene desde Rosario.”

Ayer lunes era feriado y yo, como siempre en un día no laborable, tenía el celular apagado. Sin embargo, cuando empecé a escuchar las cacerolas entré a los sitios de los diarios y me enteré. El mismo mensaje aparecía publicado en La Nación o Clarín, no lo recuerdo. Se le adjudicaba, junto con una interminable cadena de mails, la convocatoria a una jornada nacional de protesta, la segunda en tres días.

Los mails y mensajes de texto, arrojados sobre un colchón de descontento social, angustia, ansiedad y bronca con el gobierno y sus modos de gobernar, ardieron en cuestión de minutos. De 15 a 20.000 personas en el Monumento a la Bandera en Rosario, 15.000 personas en el Obelisco en Buenos Aires y otros miles de personas en otros barrios y ciudades pequeñas, medianas y grandes del país.  Cuatro o cinco horas de cacerolazos sin parar.

 El recurso de los correos electrónicos y los mensajes de texto fueron varias veces referidos de modo despectivo por funcionarios del gobierno y hasta la propia presidenta de Argentina, como un modo de convocatoria menos legítimo, quizás, que los ¿masivos? actos tradicionales organizados a partir de colectivos rentados, choripanes (sandwiches), extorsiones a personas que cobran planes sociales o reciben favores de punteros políticos y módicos pagos para los “militantes” por la asistencia.

“Se convocan por email” dicen en el Gobierno en tono despectivo, y la distancia con el mundo moderno no podría ser mayor. Para ser precisos, no con el mundo tecnológico (hasta el ex Presidente Kirchner coordina por estos días la acción de los ministros y el jefe de Gabinente escribiendo las órdenes por messenger), sino con las dinámicas sociales que han permitido las nuevas tecnologías y su masiva adopción.

No sólo es cierto que una espontánea y masiva manifestación para golpear cacerolas tiene mucho más poder que un “acto” con colectivos y choripanes donde cada puntero ordena a su tropa como fichas sobre un tablero y se la ofrenda al “jefe” como prueba de lealtad.  Además, es mucho más poderoso y efectivo convocar desde una cadena de correos electrónicos o mensajes de texto en teléfonos celulares, que desde un discurso oficial por cadena nacional. La condición, por supuesto, es que exista el clima social necesario para que los ciudadanos se movilicen. Si esa condición se da, el celular hoy tiene más credibilidad que el canal oficial.

Mientras pensaba esto desde mi cama de engripado, sentí el impulso de ir a buscar un libro a la biblioteca: Momentum, de Allison Fine. El subtítulo es: “Encendiendo el cambio social en la era de las conexiones.” Ojalá tuviera otro ejemplar para enviarlo a la Casa de Gobierno, aunque dudo que lo lean. Se lee o escucha tan poco…

La idea central del libro es que “las modernas herramientas digitales, como la web, el correo electrónico, los teléfonos celulares, los PDAs, etc, promueven la interactividad y las conexiones.  (…) esos nuevos medios sociales son importantes no sólo por su sofisticación tecnológica sino porque nos conectan unos a otros de una forma barata, accesible y masiva. Democratizar el acceso a la información y la tecnología, permite darle poder a las redes sociales y transformar los movimientos sociales. ”

Mientras miraba anoche al pequeño grupo de militantes progobierno “defender” la histórica Plaza de Mayo de los “gorilas” y “golpistas”, con palos y piedras, me preguntaba, precisamente, en qué edad histórica estaban atrapados. ¿La de piedra? “La plaza es nuestra” coreaban eufóricos, mientras las manifestaciones espontáneas (que el sábado en algunos lugares habían sido reprimidas a golpes por parecidos “militantes” y “defensores del gobierno popular”), se multiplicaban como hongos por todo el país, en distintas ciudades y en distintos barrios, como hormigas coordinadas por alguna misteriosa señal, un instinto desconocido. !Maldición!, imposible reprimirlas a todas juntas. Pero ¿cómo se organizan, cómo se comunican?

Se comunican por televisión, como cuando reaccionaron el sábado ante la represión y detenciones ilegales en Gualeguaychú al verlas en vivo y en directo por los canales de noticias, se comunican por correo electrónico y se comunican, también, por “mensajitos” en el celular. Se organizan espontáneamente en las esquinas, sin líderes ni oradores y simplemente hacen sonar sus cacerolas y siembran el pánico en la cúspide del poder. Luego se van en silencio y pacíficamente.

Nada de esto existía en los ´70, cuando había que defender la plaza, a palazos, contra la facción o partido adversarios, cuando se reunián para escuchar al líder en balcón, cuando las novedades sólo corrían por rumores o trascendidos, cuando los gobiernos controlaban los medios y no existía You Tube.

Para bien o para mal, aunque no puedan verlo, esto es otra cosa. Quizás es mejor democracia. Quizás sea sólo más democracia. No lo sé. Pero es seguro que hay más poder de nuestro lado. Cacerolas, celulares y You Tube. Bienvenidos al siglo XXI!