Perros de la Web

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(La columna de éste domingo en La Capital

“Necesito Internet urgente, me estoy perdiendo muchas ventas”, me dijo mi vecino hace unas semanas, mientras acomodaba morosamente las brasas debajo de unas mollejas. El asado era en su casa en Funes, o sea que a nadie le sorprendió lo que decía. Sabemos de primera mano que en nuestra querida pequeña ciudad, obtener una conexión decente suele ser todo un desafío.

Lo que sí llamaba la atención es que Ricardo es veterinario. ¿Qué ventas se estaba perdiendo? “Exportamos Boxers por Internet”, me dijo, con la parsimonia de quien te cuenta que vende vaqueros en la calle San Luis.

Inmediatamente me pregunté cómo se exporta un perro por Internet. ¿Va por el cable el perro?  ¿O mandan sólo la foto? Mas importante aún, ¿por qué alguien elegiría un perro en la web y lo mandaría a pedir a un país extranjero?

Eso depende del perro. Ricardo es un fanático de los bóxers y los cría hace muchos años. Pero aparentemente en Sudamérica casi no se criaba el bóxer europeo, una variedad muy apreciada de la misma raza.

Ricardo se subió a un avión que iba a España, hace unos cuatro años, y volvió de Barajas con una parejita de cachorros ibéricos. Hizo lo que en el siglo XIX hacían los ganaderos argentinos, compró animales con un pool genético apreciado, para reproducirlos en el país. Sólo que en lugar de Aberdeen Angus o Hereford, se trajo los bóxers.

Luego, y junto a dos socios, creó Tower Boxer (www.towerboxer.com.ar ),  una empresa que puede vender unos 60 a 70 perros por año, muchos de ellos para exportación. “Brasil es un gran mercado: compran perros, pero no los producen”, me explicaba Ricardo. El canal de ventas principal es Internet y los perros son enviados a los clientes en las bodegas de los aviones y cumpliendo todas las normas de sanidad tanto argentinas como del país de destino.

En el mundillo de los criadores de bóxers la empresa funense es toda una marca. Y no es que no haya otros. El Negro Álvarez (el cómico cordobés), es quizás uno de los criadores más famosos.  “Es cierto – aceptó Ricardo- pero a los campeones los criamos nosotros”, y volvió a concentrarse en los chorizos.